Para mí, todo empezó a tan solo 200 metros de mi pueblo, justo en el Nido del Águila, un lugar que ahora es famoso en la comunidad local de parapentistas. De pequeño, veía a los pilotos despegar y volar por encima de los acantilados y las dunas, y siempre me fascinó. En aquel entonces no tenía la oportunidad de volar, pero me sentía muy atraído por ello, así que empecé a aprender todo lo que podía de los pilotos que me rodeaban.
En aquel entonces, el parapente era algo nuevo en la zona y no tenía dinero para comprar un parapente ni un arnés adecuados, pero eso no me detuvo. Al final conseguí un parapente viejo y empecé a realizar maniobras en tierra por mi cuenta. No volaba, pero disfrutaba de cada momento de práctica en tierra y de saltos por las dunas.
Al final, pude permitirme el equipamiento que necesitaba y fue entonces cuando realmente me lancé a volar. La sensación de volar era tal y como la había imaginado y mucho más. Desde entonces, me he vuelto adicta. Los cielos de Marruecos son mi hogar y no veo la hora de compartirlos con vosotros, mostrándoos los lugares que mejor conozco.
Cuando no estoy volando, me encontrarás caminando por los acantilados de la costa atlántica, hacia nuestra larga playa dorada. Es un lugar tranquilo y me encanta pasar tiempo allí, especialmente con amigos del pueblo. A menudo acampamos, pescamos, compartimos historias y leemos. Es una excelente manera de relajarse y conectarse con la naturaleza. Siempre hay algo nuevo por descubrir, ya sea en el aire o en las páginas de un buen libro.
